Como se acerca el Día de la Lectura en Andalucía, he aprovechado esta semana para contar varios cuentos de Navidad.
EL COHETE DE PAPEL
Había una vez un niño cuya mayor
ilusión era tener un cohete y dispararlo hacia la luna, pero tenía tan poco
dinero que no podía comprar ninguno. Un día, junto a la acera descubrió la caja
de uno de sus cohetes favoritos, pero al abrirla descubrió que sólo contenía un
pequeño cohete de papel averiado, resultado de un error en la fábrica.
El niño se apenó mucho, pero
pensando que por fin tenía un cohete, comenzó a preparar un escenario para
lanzarlo. Durante muchos días recogió papeles de todas las formas y colores, y
se dedicó con toda su alma a dibujar, recortar, pegar y colorear todas las
estrellas y planetas para crear un espacio de papel. Fue un trabajo
dificilísimo, pero el resultado final fue tan magnífico que la pared de su
habitación parecía una ventana abierta al espacio sideral.
Desde entonces el niño disfrutaba
cada día jugando con su cohete de papel, hasta que un compañero visitó su
habitación y al ver aquel espectacular escenario, le propuso cambiárselo por un
cohete auténtico que tenía en casa. Aquello casi le volvió loco de alegría, y
aceptó el cambio encantado.
Desde entonces, cada día, al
jugar con su cohete nuevo, el niño echaba de menos su cohete de papel, con su
escenario y sus planetas, porque realmente disfrutaba mucho más jugando con su
viejo cohete. Entonces se dio cuenta de que se sentía mucho mejor cuando jugaba
con aquellos juguetes que el mismo había construido con esfuerzo e ilusión. Y
así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus juguetes, y cuando
creció, se convirtió en el mejor juguetero del mundo.
Julio estaba tan enfadado por los
pocos regalos que había recibido la Navidad anterior, que la carta que escribió
a Papá Noel aquel año resultó tan dura que el mismo Santa Claus fue a visitarlo
unos días antes.
- ¿Por qué tanto enfado y tantos
regalos? - preguntó Papá Noel- ¡Pero si tienes un montón de amigos!
- ¡Me da igual! Quiero más
juguetes y menos amigos.
Y tan molesto estaba que el bueno
de Santa Claus tuvo que proponerle un trato:
- Está bien. Como muchos
otros niños me han pedido tener más amigos, te daré un regalo más por cada
amigo al que renuncies para que se lo pueda ofrecer a otros niños.
- ¡Hecho! - dijo el niño sin
dudar.. -Además, puedes quedártelos todos.
Aquella Navidad Julio se encontró
con una enorme montaña de regalos. Tantos, que dos días después aún seguía
abriéndolos. El niño estaba feliz, gritaba a los vientos lo mucho que quería a
Santa Claus, y hasta le escribió varias cartas de agradecimiento.
Luego comenzó a jugar con sus
regalos. Eran tan alucinantes que no pudo esperar a salir a la calle para
mostrárselos a los demás niños.
Pero, una vez en la calle, ninguno
de los niños mostró interés por aquellos juguetes. Y tampoco por el propio
Julio. Ni siquiera cuando este les ofreció probar los mejores y más modernos
aparatos.
- Vaya- pensó el niño - supongo
que me he quedado sin amigos. Bueno, qué más da, sigo teniendo mis juguetes.
Y Julio volvió a su casa. Durante
algunas semanas disfrutó de un juguete nuevo cada día, y la emoción que sentía
al estrenar un juguete todas las mañanas le hizo olvidar su falta de amigos.
Pero no había pasado ni un mes cuando sus juguetes comenzaron a resultarle
aburridos. Siempre hacían lo mismo, y la única forma de cambiar los juegos
era inventándose nuevos mundos y aventuras, como hacía habitualmente con sus
amigos. Sin embargo, hacerlo solo no tenía mucha gracia.
Entonces empezó a echar de menos
a sus amigos. Se daba cuenta de que cuando estaba con sus amigos, siempre se
les ocurrían nuevas ideas y formas de adaptar sus juegos ¡Por eso podían jugar
con un mismo juguete durante semanas! Y tanto lo pensó, que finalmente llegó a
estar convencido de que sus amigos eran mucho mejores que cualquier juguete
¡Pero si llevaba años jugando con sus amigos y nunca se había aburrido de
ellos!
Y tras un año de mortal
aburrimiento, al llegar la Navidad redactó para Papá Noel una humilde
carta en la que pedía perdón por haber sido tan torpe de cambiar sus mejores
regalos por unos aburridos juguetes, y suplicaba recuperar todos sus antiguos
amigos.
Y desde entonces, no deseó por
Navidad otra cosa que tener muchos amigos y poder compartir con ellos momentos
de juegos y alegrías, aunque fuera junto a los viejos juguetes de siempre.
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